Cuentos

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Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. Autora: María Jesús Verdú Sacases. Contenido inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual.

 Cuento del pájaro y la estrella


Érase una vez una estrella del cielo que se preguntaba cómo sería caminar sobre el planeta al cual ella iluminaba cada noche, o cómo sería caminar o sentir la brisa sobre su piel. Así que le pidió al Hada de la Luna que por un sólo día la transformara en pájaro para poder sentir la libertad de volar en el firmamento, de disfrutar de la belleza de este planeta y de sentir la tierra bajo sus pies.

El Hada de la Luna le concedió su deseo y la primera sensación que tuvo la estrella, ya convertida en pájaro, es la de haber perdido su luz, sin embargo, su instinto animal la orientaba.

La estrella-pájaro saboreó por vez primera el placer del vuelo en libertad, el placer de dejarse llevar a la merced del viento, sin batir sus alas, simplemente, manteniéndolas desplegadas e inmóviles para entregarse a los caprichos del movimiento de la corriente del aire. El ahora pájaro supo lo que era atravesar una nube y sentir la agradable sensación de la calidez de los rayos del sol envolviéndole su alma animal.

-¡Uy! Puedo cantar –dijo la estrella-. ¡Qué trino más cautivador y melodioso sale de mí!

Y con su hermoso cantar, el entonces convertido en pájaro, recorrió sin parar de cantar y piar las colinas y los valles, mientras se dejaba seducir por la belleza natural de nuestro planeta. Un pájaro de bello plumaje se acercó a él y le pidió si podían compartir vuelo en aquella aventura y ambos siguiendo surcando los cielos.

Los dos pájaros empezaron a sentirse sedientos y se posaron cerca del río para saciar su sed.
¡Qué ligera, escurridiza y cristalina le pareció el agua al pájaro! La saboreaba y la miraba maravillado. Desde el universo era imposible disfrutar de la sensación de frescura del agua.

El otro pájaro le preguntó el porqué de tanta sorpresa y expectación por algo tan normal como el agua, pero no obtuvo respuesta.

Siguieron volando y empezó a llover una fina lluvia. Las diminutas gotas atravesaban sus plumas y llegaron a su piel. Un escalofrío  recorrió a la estrella convertida en pájaro.

-Parece que estás temblando –le dijo su nuevo y único amigo en la tierra-. No entiendo porque te afectan tanto unas simples gotas de lluvia... Pero, de nuevo, sin respuesta.     

Los pájaros siguieron volando y la lluvia cesó. El arco iris presidió el cielo y, de nuevo, el pájaro se quedó fascinado ante la belleza de la sublime combinación de colores que vestía el firmamento.

-¡Oh, qué bonito! –exclamó.

-Sí, a mí también me gusta –le dijo su amiguito- pero no grito de satisfacción cada vez que lo veo. Cualquiera diría que no eres terrícola- afirmó. De nuevo, sin respuesta.


-¿Vamos al nido? –le preguntó- ¿Por qué no respondes? ¿Dónde está el tuyo? De nuevo, sin respuesta. Simplemente, siguieron volando. Se dirigieron a un paraje natural donde otras especies de animales pacían tranquilamente en los pastos. De pronto, un banco de niebla se asentó en el lugar y un frío húmedo empezó a calarles los huesos. Así que ambas aves debían cobijarse en sus nidos.

-¡Vamos al mío! –dijo el nuevo amigo del pájaro-estrella.


En el nido, se colocaron uno junto a otro para transmitirse calor corporal y esta nueva y desconocida sensación transmitió tibieza y seguridad al pájaro venido del Universo hasta que se quedó plácidamente dormidito...    

Lo despertó el Hada de la Luna.

-¿No te acuerdas que debes regresar al universo? –le preguntó el Hada.
-Sí, pero soy tan feliz aquí... –le respondió, mientras su amigo seguía dormido.
-Perteneces al cielo estrellado –le dijo el Hada-. ¿No echas de menos tu luz? –le preguntó.
-Sí, pero aquí puedo sentir el latido de mi corazón y vivo en movimiento con el momento presente que me acaricia el alma –le dijo el pájaro al hada.
-Recuerda que prometiste regresar –le advirtió el Hada de la Luna.

Entonces el otro pájaro despertó y el pájaro-estrella le contó toda la verdad.
-Regresa –le dijo el pájaro al pájaro-estrella-. Yo seguiré volando cerca de ti en el cielo estrellado. Compartiremos las noches y tú me iluminarás con tu luz estelar.
-No será lo mismo –le dijo triste, el pájaro estrella.
-Bueno, al menos tú siempre estarás ahí todas las noches y tu luz siempre me guiará. Serás mi brújula.

Por la mejilla del pájaro-estrella brotó una lágrima y, de este modo, conoció el amargo sabor de la tristeza. Pero la lágrima empezó a transformarse en luz y la luz fue rodeando al pájaro-estrella el cual empezó a batir sus alas hacia el firmamento, que, amorosamente le esperaba...  De pronto, volvió a su forma cósmica originaria y se elevó junto al Hada de la Luna, despidiéndose de su amigo pájaro.

Cuentan que todas las noches un pájaro tras recorrer el cielo, siguiendo a una brújula oculta en algún recóndito lugar, susurra a una estrella un bello trino al alba...    

Autora texto e imágenes: María Jesús Verdú Sacases. Texto e imágenes inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual.

La rana y su hada-guía


Érase una vez una rana que vivía en una pequeña charca. No estaba muy satisfecha de su casa porque era demasiado pequeña y las algas que le impedían nadar con total libertad. Cuando se encontraba fuera del agua, frecuentemente se reflejaba en el espejo de su superficie, pero no parecía muy contenta con su imagen. A veces, llegaban las libélulas a volar sobre la charca y la ranita, escondida entre la vegetación, contemplaba la belleza de sus alas y la libertad que éstas les daban. 

Ella, en cambio, era esclava del agua de la charca, nunca tocaría el cielo, ni el sol, ni la luna porque no tenía alas. Reconocía que envidiaba a estos insectos de vistosas alas sobre las cuales los rayos del sol se paseaban para convertirlas aún en más bonitas. ¡Cómo si no lo fueran bastante!. Parecía como si la belleza de los colores del sol se alojara en las alas de las libélulas. Pero la rana nunca sería tan bonita. Además, sus largas patas eran feísimas.

La vistosidad de las alas de las libélulas dependía de la incidencia de los rayos solares sobre ellas; pero en cambio, las alas de las mariposas tenían belleza propia, la de sus colores vívidos y fijos. Algunas de ellas eran tan bonitas que parecía que le hubieran robado los colores al arco iris, ese arco que salía después de la lluvia.
La rana lamentaba no tener la misma suerte de las mariposas.

Un día vio a un hada del bosque refrescándose en el agua de la charca y, una vez más, deseó tener para ella sola esas alas tan maravillosas de la libélula, de la mariposa y del hada del bosque. El hada, una hada-guía muy sabia, le leyó el pensamiento y le dijo:

-No pierdas el tiempo quejándote y envidiando a los demás, y saca partido de tu experiencia. El tiempo es nuestra cosa más valiosa y hemos de emplearlo de forma positiva. La crítica y la envidia no son nunca positivas y nos bloquean. En lugar de vivir pendiente de los demás, ¿por qué no vives pendiente de ti misma? ¿Por qué no intentas aprovechar el potencial de tus piernas, por ejemplo? Ellas te pueden llevar más lejos de lo que piensas. ¡Intenta mejorar tu existencia!. Hazlo, si lo haces, la vida te resultará una aventura de lo más emocionante. ¡No tengas miedo al cambio!. Si no te gusta como vives, empieza por cambiar tú y, ¡te aseguro que tu vida será diferente!. ¡Anímate!. Sé que encontrarás la manera.

Y, acto seguido, la preciosa hada desapareció.

Esa visión sacudió a la rana y le hizo pensar mucho. Y descubrió que cambiar su vida, dependía, en gran medida, de ella misma y de la perspectiva desde la cual enfocara su situación.

-Quizás no tenga alas, pero tengo unas patas que me pueden llevar lejos de la charca, quizás a una charca más grande, ¡donde podré nadar hasta no poder más!.


La rana empezó a saltar. Cada vez sus saltos eran más largos y la llevaban más lejos. Se dio cuenta de que nunca podría volar, pero saltar era una forma de tocar el cielo y de experimentar el placer de la libertad. 

Además, ella era capaz de hacer una cosa que las libélulas, las mariposas y las hadas no podrían hacer nunca: ¡nadar!. En ese momento, se sentía dueña de un gran poder, poder desenvolverse en dos medios naturales a la vez, el agua y el aire. ¡Imaginaos la capacidad de nuestra ranita!. Podía nadar tranquilamente en la charca, por cada rincón, entre las algas, hacia arriba y hacia abajo y, cuando le apetecía, en lugar de perder el tiempo mirando las alas de los demás, se ponía a dar saltitos sobre las hojas que flotaban en el agua y no solo podía saltar sobre ellas, sino también sobre el suelo fresco y húmedo que rodeaba a la charca. Su vida ahora había cambiado. Pero le hacía falta continuar evolucionando y transformándose interiormente. Así pues, se planteó ir a una charca más grande pues  sentía que se expandía interiormente y, que, por lo tanto, su entorno natural también debía crecer. Desconocía el modo de marcharse de su charca porque sus preciadas patas no le permitían recorrer largas distancias.¿Cómo se espabilaría?

En aquel preciso momento, concentró toda su fe en el hada que hacía unos meses se le había aparecido, pero no obtuvo respuesta. Nuestra rana estaba muy desanimada.¿Cómo podría cambiar su vida, si no obtenía los medios para hacer efectivo el cambio? Además para sus amigos de la charca sus pretensiones no tenían ni pies ni cabeza y, por tanto, no debía complicarse la existencia. Para ellos, quedarse en la charca, era la opción más segura.

Pero nuestra ranita no era una rana acomodada, resignada ni perezosa y estaba decidida a sentir la emoción de la vida, a creer en sus ideas y llevarlas a la práctica.No sabía cuándo, pero se repetía a ella misma que no era necesario enfadarse y que, cuando menos se lo esperara, aparecería la respuesta que tanto buscaba.

Un día llovió tanto que el agua de la charca sobresalía por todas partes, arrastrando hacia fuera a nuestra rana y haciéndola caer en un agujero. 


-¡Qué miedo tengo –decía, llorando-. ¡Cómo me arrepiento de haber querido cambiar. ¡Cuánta razón tenían mis amigos al aconsejarme que me conformara con mi situación. Ahora, por mi culpa, nunca saldré de este maldito agujero. ¡Quiero volver a mi charca!.

Continuaba lloviendo tanto que el agujero se llenó de agua y la ranita volvió a salir hacia afuera, llevada de nuevo por la fuerza de la corriente, que invadía el bosque. 

-¿Dónde me llevará este río de agua?.¿Dónde iré a parar?. Si deja de llover y me quedo parada en medio de un camino, ¿qué haré cuando este caudal se seque?, ¿me moriré?.
Pero quiso la suerte que el ímpetu de esa corriente la condujera a una charca más grande y nuestra ranita dijo:

-¡Qué bien!. He ido a parar a una charca mejor.

Fue entonces cuando vio que su amiga, el hada, se alejaba volando...     
                  
Autora texto e imágenes: María Jesús Verdú Sacases. Texto e imágenes inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual. 


El hada creadora de sueños y la luz del mar


Érase una vez una estrella del cielo que se enamoró del mar dando lugar a una luz estrellada que reposaba en el océano cada noche. Era la luz del mar, la estrella del mar que ya nunca estaría en el cielo. Ella constituía ese lucero mágico que poseía el don de guiar los corazones de aquellos cuya vida era un mar de dudas y que se sentían desorientados, sin rumbo, sin tan siquiera imaginar la ruta que los condujera a sentirse en bienestar, en paz y en plenitud emocional. Ella se había convertido en ese punto luminoso que venía a llenar el vacío de las almas, cuando todavía no se han hallado a sí mismas ni han conseguido forjar la semilla que hará germinar sus sueños.


Así que la luz del mar actuaba como una brújula interior para todos aquellos que trataban de recostarse en la serenidad del sonido de las olas sin percibir un atisbo de esperanza en el horizonte de su maltratada existencia. Eran aquellos que se sentían tan inconexos consigo mismos, que eran incapaces de percibir el abrazo que las olas les brindaban en sus idas y venidas, esa caricia con sabor a sal que se escapaba con la brisa marina pues sus emociones estaban seriamente lastimadas.


Por tanto, esta particular estrella brillaba en la superficie del océano noche tras noche en busca de corazones maltrechos pero receptivos para acogerla en su regazo. En cuanto ella se posaba en ellos, el primer efecto era la sensación de alivio de haber dejado atrás el sufrimiento, de haber perdonado y olvidado y de poder abrirse a una mayor comprensión de la vida de forma sensata y serena y el segundo, era un brillo intenso y bello en la mirada de aquellos que habían tenido la fortuna y la dicha de recibirla en su ser. Era como si ahora hubieran recobrado un sentido de ilusión que antaño habían ignorado.

Y nuestro lucero marino seguía irradiando sin parar su luz divina de belleza, entusiasmo, armonía y felicidad para aquellos que estuvieran preparados para tomarla en su camino personal.

Y ella nunca de cansaba de nadar y de regalar a los humanos su especial halo espiritual. Sin embargo, en el fondo de su corazón la estrella del mar deseaba con fervor iluminar una mirada única, noble, justa, sublime. Y fue así como fue a parar a la cocina del hada creadora de sueños.


Los fogones de la cocina del hada creadora de sueños siempre estaban encendidos pues eran muchos los sueños apagados, inertes, sin vida de aquellos que se habían rendido a los designios de la mala suerte y de la desconfianza, aquellos que habían renunciado a lo que más querían. Eran sueños que ella reavivaba con la luz de su magia y de la esperanza que nacía en la imaginación y se trasladaba a la realidad. Pero primero era necesario cocerlos a fuego lento para que poco a poco se levantaran y echaran a volar tras una estela de alegría en busca de su consecución. 

Ella era una especialista en reconocer esas emociones humanas que llevaban demasiado tiempo calladas


Era un hada que tenía el particular don de saber descubrir y apreciar las ilusiones perdidas, aquellos sueños tan abandonados a su suerte, que ya ni los recordamos. Pero ella sabía escudriñar en el inconsciente de los humanos a quienes sinceramente deseaba ayudar. Además, ella era capaz de quedarse sentada junto a ellos, de acariciarlos con ternura y transmitirles su deseo de que cobraran vida y se manifestaran abiertamente para colmar de dicha a sus poseedores y creadores, ahora desmotivados. Sin embargo, para eso estaba ella allí, para cumplir con su misión de revitalizar y refrescar esos pensamientos inertes capaces de transformar nuestras vidas para siempre, con la capacidad de generar cambios positivos que prendieran su luz en el corazón humano. Y para eso estaba allí también nuestra luz marina, nuestra estrella del mar para fundirse con la magia y la luz del hada creadora de sueños en su cocina espiritual y mágica y poder así dar paso a espectaculares recetas de cocina que provocaran el nacimiento de hermosos sueños con un poder aplastante de auténtica realización de los objetivos marcados. Así que con la unión de la luz del hada y de la luz del mar ahora ya nunca nuestros sueños seguirían dormidos, sino que podrían iniciar una natural evolución hacia su cometido y despertar, desperezarse y expresarse por la mañana.

Para el hada creadora de sueños el hecho de recibir la luz del mar fue una auténtica bendición pues gracias a su ayuda, colaboración y sincero trabajo en equipo pudo disfrutar del significado y de las mieles de la compenetración, la afinidad y la pasión por algo en común que compartía con su lucecita estrellada. Además, el hada pudo tomarse un respiro en la agotadora actividad de su cocina para detenerse en el momento presente, en su valioso momento presente, en ese momento tan preciado que ya nunca iba a regresar pues todo pasa y se va. Y se dio cuenta que la mejor opción era potenciar y recrearse en ese momento presente que tanto adoraba.

Comprendió que estaba muy satisfecha con el don que le había sido otorgado. Sentir a flor de piel su bondad, le hizo sentir muy llena y completa pues percibió que estaba siguiendo el camino que siempre había deseado. Entendió que estaba predestinada a él. Estaba encantada con su magia y sus efectos pues la sonrisa de los humanos era el merecido premio que ella recibía por su labor. Su existencia le resultaba tan gratificante… Dar era algo que la hacía sentirse mejor. Ella amaba su trabajo y su dulce fruto. Si en este momento estaba recibiendo la ayuda de la luz de la estrella del mar, eso significaba que el poder de su magia acrecentaba sus posibilidades y además le permitía sosegarse unos instantes en tan laboriosa y creativa función. Sin embargo, era tal su amor por su trabajo que incluso cuando se estaba tomando este merecido descanso, lo estaba echando de menos. ¿Cómo podía explicarse esta sensación?

Pues simplemente por el hecho de que estaba viviendo un momento de plenitud que la hacía sentirse en unidad y satisfacción consigo misma y con su entorno. Se sentía tan afortunada de poder emplearse a fondo con tanta justicia y entrega desinteresada…pero además encontrar un ser de luz como su especial estrella con quien compartirlo, le pareció un regalo divino.

Notó que en el fondo la estrella la estaba iluminando con su halo luminoso y le estaba prendiendo en la mirada un gozo infinito… Era como si en su corazón albergara la magia, el misterio y la sabiduría del universo entero. Y esa era precisamente la lección que estaba aprendiendo: el saber estar en el momento presente le fascinaba porque le permitía darse cuenta de si estaba empleando el tiempo de forma sabia, volando con sus alas irisadas hacia la felicidad o, por el contrario, de si lo estaba desperdiciando. Qué importante era pararse a pensar, concederse unos instantes a uno mismo para autoanalizarse.

El hada empezó a revolotear divertida entorno a su estrella y le dijo:

-Cuando quieras puedes partir y seguir tu camino azul sobre las olas del mar.

-¿Por qué?- le preguntó atónita la estrella.

-No puedo ser  tan egoísta y pretender que siempre estés junto a mí. Nadie puede poseerte. Por encima de todo, estrellita azulada, eres libre –le dijo el hada-. Te estoy muy agradecida por cuanto estás haciendo por mí pero mi felicidad no puede basarse única y exclusivamente en tu presencia. Mi felicidad depende y está en mí misma. Tenerte a mi lado me complementa pero entiendo que no dejarte libre para seguir con tu leal misión es perjudicar a otras personas que puedan necesitarte más que yo –prosiguió el hada-. Me las apañaré sola.

-Me siento un poco triste –se lamentó la estrellita.

-Puedes regresar cuando quieras –le sugirió el hada-. Eres mi amiga pero no puedes aferrarte siempre a mí y tampoco yo a ti pues la base de la felicidad es la libertad –le dijo el hada.

-Eres un hada sabia, noble y justa y por ello voy a dejarte un presente, voy a regalarte un vestido de luz –le dijo la estrellita.

-¿Un vestido hecho de luz? –preguntó el hada-¡Qué tela más especial!

-Es un vestido único y hecho a la medida de tus emociones. La tela de las mangas es la tela de la luz de la autenticidad y de la compasión, la tela del cuello se ajusta a la luz de la belleza, la tela de la espalda se ha cosido con la luz de la bondad, la tela de la cintura está hecha con la luz de la ilusión y la tela de la falda se ha tejido con la luz de la justicia y del equilibrio. Todo aquél que esté cerca de ti, querida hada, abrirá su corazón a estos valores –le explicó la estrella-. Así que vuela, vuela alto, mi hadita, y cautiva con esas bellas cualidades a los más necesitados de emociones.


-Y tú –le dijo el hada-, sigue surcando los mares y continúa con tan noble propósito. Algún día en algún lugar secreto entre el cielo y el mar nos encontraremos de nuevo las dos. Estoy segura de ello.

Y así fue como cada una siguió su camino, sabiendo que al final, se encontrarían otra vez para convertirse en una y escaparse juntas hacia el firmamento, hacia esa bóveda celeste, hacia ese techo infinito que alberga tantos sueños cada noche. De este modo, formarían parte para siempre de cada uno de ellos y también de la luz de la luna y de las estrellas que los iluminan con su calidez y con su amor incondicional.


Autora texto e imágenes: María Jesús Verdú Sacases. Texto e imágenes inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual.

De conejo de granja a conejo de bosque

Érase una vez un conejo pequeño de granja que vivía felizmente en una cómoda jaula con sus padres. Cada mañana y cada atardecer, el granjero les daba de comer y de beber y no les faltaba nada. Era una forma de vida agradable, pero un día su granja se incendió, lo que les obligó a huir hacia el bosque, donde iniciaron una nueva vida. No obstante, nuestro conejito no estaba muy conforme con la nueva situación porque echaba de menos su granja.

En el bosque sus padres construyeron una madriguera de la que, al principio, nuestro amiguito no quería salir. Sin embargo, un día el conejo cambió de opinión, obedeció a sus padres y se fue a conocer el exterior. En cuanto salió de la madriguera, se topó con un conejito más pequeño que él, tan pequeño que aún no hablaba, pero eso no era inconveniente para que el conejo, más pequeño que nuestro amigo, quisiera que jugaran juntos.


-¡No me gustas mucho!- protestaba nuestro amigo-. Eres un conejo tan pequeño que todavía no hablas, sólo sabes correr y saltar.

Como, afortunadamente, el conejo pequeñito aún no entendía el lenguaje hablado, no podía comprender las quejas de su amigo. Además, estaba lleno de ilusiones y no paraba de brincar alrededor de nuestro amigo, animándolo a descubrir los prados y las montañas.

-¡Déjame tranquilo!. Yo no quiero ir a otro sitio que no sea mi granja. Y no me señales las zanahorias y la alfalfa. ¡No me gustan!. Prefiero el pienso de la granja que nos daba el granjero. Tú no eres más que un conejo de bosque. Yo, en cambio, soy un conejo de granja.

Pero el conejo más pequeño no entendía nada y continuaba insistiendo en que se fueran juntos hacia el interior del bosque, hasta que lo consiguió.

-Ve con él, pero no os alejéis mucho –le advirtieron sus padres.  

Así que el conejo protestón siguió a su amigo, el conejo más pequeño, perseguidor de una mariposa que no cesaba de volar.

-¡Vigila! ¡No corras tanto!¡Te caerás!-.

Pero él no paraba de correr detrás de la mariposa.

 
Los tres se toparon con un río y la mariposa continuó volando sobre la superfie del agua. Esto obligó a detenerse al conejo pequeño que la perseguía.

-¡Suerte que te has parado! –exclamó el conejo mayor-. Un poco más y te caes al agua.

En ese instante, sobresalió entre la hierba del agua la cabecita de un pez que iba a saludarlos.

-¡Hola amigos!-.
 
-Yo no te conozco de nada –le dijo el conejo protestón.

-Esto no impide que me devuelvas el saludo. A quien yo conozco es al conejillo que viene contigo.

-Perdóname. Hace poco que he empezado a vivir en un entorno totalmente diferente al que estaba acostumbrado en la granja y estoy inquieto y me siento un extraño...  

-Tranquilo, ya te acostumbrarás. –le respondió el pececillo.- Nosotros somos tus amigos.

-¿Cómo podemos ser amigos, si somos tan diferentes? Nosotros vivimos en tierra y tú, dentro del agua –le  respondió el conejo mayor al pez.

-Que seamos diferentes no es razón para no intentar entendernos y enriquecernos con otros puntos de vista y formas de pensar diversas –le manifestó el pez.

-¿Ah, sí?¿En qué podemos ayudarnos? –le preguntó el conejo.

-Por ejemplo, avisándoos de que volváis a casa porque está empezando a oscurecer.

-¿Cómo nos iremos de aquí? –se lamentaba el conejito-. Seguro que mi amiguito no sabe volver a casa, es demasido pequeño para conocer el camino y yo tampoco me he fijado.

-No pretendas tenerlo todo bajo control –le advirtió el pez –y déjate ayudar. A veces, hay que contar con el factor inesperado...


-¿Cuál? –le preguntó el conejo.

-Con mi amigo, el gusano de luz. Él os ayudará a volver a casa, cuando haya oscurecido.
 
-¡Gracias!.¡Qué bien!.

-¡Gracias a vosotros y volved a visitarme al río!-.

-¡Claro que lo haremos!¡Adiós!-. 
  
Autora texto e imágenes : María Jesús Verdú Sacases. Texto e imágnes inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual.

La flor de la princesa

Érase una vez una flor que todavía era una semillita.

-¿Cómo serán las cosas cuando pueda asomar mi cabecita al exterior?- se preguntaba.

 

Si ella tenía algo muy claro era su firme propósito sería pensar siempre en positivo. Así que  pasara lo que pasara, ella se propuso emplear su existencia en ser feliz y en crearse una vida dichosa. Lo más importante en su vida era sentirse bien y potenciar su belleza interior. Para ella cuidar su interior significaba escudriñarse, conocerse bien y ser consciente de las propias posibilidades y para conseguirlo, ella iba a destinar su existencia en ello. Por esta razón, no iba a dejarse amedrentar por los obstáculos a quienes reconocería como retos y desafíos que la ayudarían a ser mejor cada día y a ampliar su visión de la vida. 


-¡Cuánto deseo crecer y emanar un profundo y penetrante aroma!- exclamaba cada día- ¿Y quien sabe hasta quién puede llegar ese aroma? – suspiraba la flor...

Hasta que llegó el momento en que se sintió brotar, germinar, florecer y lo primero que agradeció fue ver la luz del sol y sentir su calidez pues ésta le estaba dando esa vida que tanto había estado deseando desde el principio. Vivió la experiencia de su contacto con el exterior como un milagro. Percibía el suave tacto de las gotas de rocío, de la frescura de la brisa y escuchaba el zumbido y el revolotear de los insectos a su alrededor. Fue en ese preciso instante cuando se dio cuenta de que en los momentos difíciles precisamente lo que le daría fuerzas sería rememorar estas sublimes sensaciones que estaba experimentando en ese preciso instante…. Estaba rodeada de tanta belleza…


En ese momento concreto decidió que su  existencia estaría presidida por una onda expansiva de optimismo y de pensamiento positivo en constante ebullición que la acompañaría allá donde estuvieran ella y sus pensamientos. El poder de esa onda era tan fuerte que era capaz de generar cambios en el mundo exterior y pasara lo que pasara, ella siempre se sentiría protegida por las vibraciones que generaba esa enorme onda expansiva que nacía de su mente y se proyectaba al exterior. Esa onda era enorme y lo abarcaba todo. Podía extenderse incluso más allá del planeta y lo mejor de todo es que recogía la vitalidad y el poder de transformación de allá donde se propagara y lo retornaba al pensamiento originario de donde surgió, o sea, al de nuestra flor, la misma que iba a conseguir lo que se propusiera. Así que se preguntó: ¿Cuál es mi mejor sueño? Formar parte de un ramo muy especial… ¿pero cómo? ¿Y cuál?

Pero, ¿cómo llegaría nuestra flor hasta él, cómo lograría que se fijaran en ella? Era tan pequeñita, apenas había acabado de brotar…Pero ella iba a creer más que nunca en la grandeza de sus pensamientos…

Así que, con más fuerza y fe que nunca, se imaginó a sí misma montada en esa espiral de positivismo, esa onda que era tan potente y vibrante que llegaría a tocar el corazón de alguien que la acercara a sus objetivos.     

De momento, se concentró con fervor en su deseo. Su sueño crecía a medida que ella al mismo tiempo también lo hacía y se convertía en una linda flor de vistosos colores.

-¡Ay! –se quejó la flor.

La rueda de un carruaje casi la aplasta, si no llega a ser por la ráfaga de viento que la ayudó a esquivarla. Pero la jovencita, que viajaba en el carruaje, oyó el lamento de la florecita y ordenó que se detuviera. Se apeó y vio a la florecita asustada y turbada. La dama le pidió perdón. 

-¿Qué puedo hacer para repararlo, hermosa flor, cómo puedo compensarte por el dolor que te he causado sin querer?

-Llévame contigo –le pidió la florecita- y ayúdame a cumplir mi sueño: formar parte de un ramo muy especial…

-Umm, creo que puedo hacer algo al respecto –le dijo ella y la recogió, arrancando con suavidad su raíz y envolviéndola en un paño húmedo, para llevársela consigo.

Cuando el carruaje llegó a su destino, la flor se sorprendió porque: ¡estaba en el palacio real!

-Yo soy la princesa- le dijo la joven –y me encantaría que formaras parte de mi ramo de bodas. Me caso con el príncipe mañana. ¡La florecita no se lo podía creer!

-Eso significa que mañana viviré mi sueño –le dijo la flor a la princesa.

-Y yo el mío –le respondió, ilusionada, la princesa. 

La princesa era una gran amante de las flores que solía cultivar en los jardines e invernaderos de palacio. No en vano su título era el de la Princesa de las Flores.

El palacio real parecía un lugar mágico donde los rayos de luz embellecían y acariciaban cada rincón. Los cristales filtraban la luz en varios colores que iluminaban el interior con los tonos del arco iris. Por noche el cielo estrellado se reflejaba en las ventanas, que parecían invitar a las estrellas a entrar. Era como si el palacio se convirtiera en una bóveda celeste que otorgaba un sentido de serenidad y de particular encanto a las noches en ese lugar. La flor se sintió fascinada por ese hermoso entorno. Además, en esa noche precedente a la boda de la princesa, nuestra flor se sintió plena y en total armonía consigo misma, como si hubiera encontrado su camino, su luz. En ese momento, supo que ella siempre había estado predestinada a formar parte del ramo de la princesa. Sin embargo, los sueños siempre se pueden mejorar…
Y llegó el gran día. El día de la boda de la princesa con el príncipe. La princesa con su vestido de novia estaba tan bella que parecía un hada y le confesó a la flor que se casaba totalmente enamorada de su príncipe. Su mirada brillaba tanto que parecía que las estrellas se hubieran escondido en ella. En su corazón brotaba un manantial de felicidad que le hizo sentir a flor de piel la magia del momento presente. Por tanto, se dispuso a vivir su sueño. Cogió con cuidado a la flor para no dañar su raíz y la colocó en el ramo. Estaban las dos tan radiantes y pletóricas que nunca se supo cuál de ellas se estaba sintiendo mejor…

La ceremonia fue maravillosa y se ajustó perfectamente a la plena manifestación del sueño que las dos habían imaginado.


El monarca le dijo a la princesa durante el festejo, que el regalo que él le hacía era que a partir de ese momento ella se convertiría en la Reina de las Flores, pues se había ganado esa alta distinción debido a su creciente sensibilidad hacía ellas. También le dijo que si algo tenía en común la Reina de las Flores con sus amigas las flores era que eran seres que irradiaban belleza.

Tras la ceremonia, la Reina tomó a la flor en sus brazos y deseó de veras que ambas siguieran estando juntas pues había algo especial que las conectaba, como una dulce energía que las unía de forma natural. Así que, sacándola con cuidado del ramo de boda, la Reina la plantó en los jardines de palacio para que la flor siguiera floreciendo allí cada primavera y también pudiera seguir floreciendo y formando parte siempre de su vida y de su corazón, ese corazón que además siempre estaría enamorado del monarca que la elevó a la corte del reino con el título de Reina de las Flores. Y así fue como el sueño de nuestra flor mejoró de forma sublime porque no sólo logró integrarse en ese ramo, sino que la flor al pertenecer después a los jardines reales, conoció a los hijos del matrimonio y el resto de su existencia transcurrió en ese palacio que le cambió la vida y la hacía sentir tan a gusto consigo misma…

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La lombriz de buen corazón y la semilla tozuda


Érase una vez una lombriz que en sus rutas subterráneas siempre se cruzaba con una semilla. La lombriz se extrañaba ya que no comprendía cómo tardaba tanto en desarrollarse, pues cada vez que pasaba por ahí, allí estaba ella, inmóvil y sin ningún signo de crecimiento externo. Pero un día, le picó tanto la curiosidad que no dudó en preguntarle:

-Semillita, ¿por qué nunca creces y te transformas en planta?


-Tengo miedo de cambiar –le respondió ella-. No sé lo que habrá en el exterior. ¿Y si alguien me pisa?, ¿y si no llueve lo suficiente?, ¿y si algún animal herbívoro me devora?. Aquí dentro estoy calentita y a salvo. Me siento muy a gusto en mi refugio. Estoy viviendo un sueño... dormidita y tranquilita.

-No es un sueño lo que estás viviendo –le respondió la lombriz-. Es como si hubieras elegido inconscientemente vivir muerta en vida. Los sueños verdaderos están llenos de vida, de entusiasmo y de experiencias y, en ellas, siempre hay un componente de lucha, de motivación y de enriquecimiento personal, cuando hemos aprendido de los errores y seguimos adelante hacia la opción que consideramos correcta. ¿Qué crees que te aportará vivir de espaldas al mundo?. Por el hecho de sentirte protegida a toda costa, te pierdes lo mejor: las vivencias y la sabiduría que adquirirías, si escogieras ser dueña de tus actos, tomar tus decisiones y dejarte llevar por ellas con responsabilidad y con todas las consecuencias.¡No te escondas más! ¡Sal y disfruta del sol, de las estrellas, de la brisa y de la lluvia!.¡Equivócate!, si es eso lo que temes. Aprende a enfrentarte a tus miedos y comprobarás que no es tan duro como crees.    
     
-¡Qúe rollo filosófico!- exclamó la semillita- Me estás invitando a crecer interiormente y exteriormente.

-Por supuesto- le dijo la lombriz.

-No sé, vivir escondida del mundo tiene sus ventajas. Por ejemplo, desconozco problemas.

-¡No seas así! –protestó la lombriz-. Los problemas son obstáculos que, una vez superados, nos permiten madurar y nos hacen más fuertes. Dejarnos invadir por las dudas es otorgarle poder al miedo que nos domina. 

-Pero aquí debajo estoy segura y sé que nunca me sucederá nada malo.

-Ni bueno... –le dijo la lombriz-. Esa es la emoción de la vida. ¡Ábrete a ella!.¿A qué estás esperando?. No desperdicies ni un segundo más y sal al exterior. ¡Explota tus posibilidades!. 

-¡Márchate y no me compliques la existencia! –le increpó la semilla-. Mi vida es fácil y agradable.

-Agradable hasta que te pudras... –le dijo la lombriz-¿Crees que siempre podrás controlar que todo siga igual en tu mundo?.

-¡Púdrete tú, lombriz loca y márchate de aquí!

-Tú lo has querido, abandonaré tu santuario, si éste es tu deseo, y seguiré mi camino.

Y la lombriz se marchó. Cuando llegó al final del túnel que había excavado, vio la luz del sol. Le molestó, pero a pesar de ello, ella sabía que el sol era necesario para el planeta y agradeció ese momento cegador. Sin embargo, el peligro acechaba. Un pajarillo invadió su terreno y pretendía comérsela. La lombriz luchó valientemente por su vida y, cuando el pájaro iba a darle un picotazo, le rogó:
-Por favor, no me devores aún, todavía me queda algo importante que hacer. Concédeme una última gracia, si lo haces, después podrás comerme.


-¡No estoy para tonterías! –amenazó el pájaro-. Tengo mucha hambre. Llevo tres días sin comer.
 
-Te prometo que cumpliré mi palabra –le dijo la lombriz.

-No sé si fiarme pero está bien. ¿Qué es lo que debes hacer?

-Convencer a una semilla tozuda que se ha empeñado en no crecer. Te juro que cuando lo haya hecho, regresaré aquí.

-Has tenido suerte, al menos a mí me has convencido ya –le dijo el ave-. Te aguardaré aquí.

-Trato hecho –le dijo nuestra amiga lombriz.

Así que el valiente insecto se introdujo de nuevo en su medio natural: el subsuelo para ir en busca de nuestra semilla obstinada.

-Hola. Aquí estoy de nuevo –le dijo la lombriz a la semilla.

-¡Qué pesadita eres! –le respondió insolentemente-, aunque, en el fondo, te echaba de menos. Eres el único animal que se ha parado a hablar conmigo dos veces para prestarme toda su atención.

-La verdad es que procuro estar atenta y concentrarme plenamente en mis objetivos –manifestó la lombriz-. He venido a convencerte de que salgas afuera y te rindas al cambio.     

-¿De verdad has vuelto para convencerme? –preguntó ilusionada la semillita.

-Sí, aun a costa de mi propia vida. En el exterior me está esperando un pájaro para comerme, cuando te haya convencido.

-¿Y serás tan tonta de volver a salir?

-Le he dado mi palabra. En esta vida, hay que comprometerse con uno mismo y con los demás y ser sincero- le respondió la sabia lombriz. 

-Por tanto, cuando me hayas convencido, morirás.

-Seguramente sí –afirmó la lombriz.  

-Tienes un gran coraje.

-Gracias –le dijo la lombriz-. Yo no tengo miedo, sólo vivo el presente y en este preciso momento mi misión es animarte a que sigas tu proceso evolutivo y decidas crecer para experimentarlo.

-Tu valentía provoca que haya desaparecido el miedo que me carcomía porque te has convertido en un claro ejemplo para mí –le dijo la semilla.

-Eso me satisface –le dijo la lombriz-. Así pues, supongo que éstas son mis últimas palabras.
-¿Tan convencida estás de que hay que disfrutar de cada segundo que, aun sabiendo que ahí fuera van a comerte, sigues adelante con tu proceso de cambio en lugar de huir y esconderte aquí dentro? –le preguntó la semilla, que ya había empezado a echar raíces.

-¿Y convertirme en una cobarde?.¿ Y negar mis ideales de valor y compromiso?. ¡Hasta siempre!.¡He cumplido mi sueño de verte empezar a crecer!.
  
Y partió hacia el exterior, donde la esperaba el pajarillo.

-No has tardado tanto como me imaginaba –le dijo el pájaro.

-Aquí me tienes, tal y como quedamos –le respondió la lombriz.

-Has tenido suerte- le dijo el ave.

-¿De qué?, ¿de esperar a que me mates? –preguntó el insecto.


-No, mientras estabas fuera me he comido dos moscas. Así que ya no tengo hambre y puedes seguir viviendo...

-Eso demuestra que nunca se sabe... –pensó la lombriz y se marchó más feliz que nunca con su nueva amiga a brindarle esta valiosa lección.

   
Autora texto e imágnes: María Jesús Verdú Sacases. Texto e imágenes inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual.

El hada que liberó al pájaro encantado

"Érase una vez un pajarillo que se cayó del nido y se perdió en un bosque encantado, allí, desorientado, pidió ayuda pero nadie le escuchó. Las nubes pasaban de largo ante el grito de dolor de sus pensamientos y su piar desesperado. Las ninfas desoían sus lamentos, entretenidas con el sonido del borboteo del agua y jugando con las hojas secas de la orilla, que el viento mecía a su antojo.


Así que el pájaro acabó encerrado en la jaula de sus miedos por el resto de sus días y nunca más vio la luz. Ahora sólo le faltaba esperar el final...


Un día un hada le rodeó con su magia y el pájaro le dijo:


Hace tiempo que deseaba
sentir tu dulce presencia a mi lado,
tu mirada compasiva
y tu rostro sereno.

Hay algo sublime en ti
pues me has conmovido
con esa esperanza
que enternece y da aliento
a mi corazón.

En tu seno albergas la paz,
un remanso de calma y de espiritualidad
que me abre al silencio
y me conduce al portal de la libertad.

El hada quedó tan complacida con estas palabras que le otorgó la ansiada libertad y las alas del pájaro cobraron vida cuando abrió su mente y se dejó llevar...

Podréis encontrar este cuento en mi blog Zona Iluminada 
 
Autora texto e imágenes: María Jesús Verdú Sacases. Texto e imágnene sinscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual. 
 

La estrella que se escapó del corazón de un ángel...


Érase una vez una estrella que se escapó del corazón de un ángel y siguió su misión incondicional de derramar su luz de amor sobre todos aquellos que la contemplaran en el cielo infinito de cada noche estrellada.

Bienvenid@ a mi blog

Aquellos que la sabían reconocer, sentían como ese halo luminoso les llenaba de alegría y sus destellos reavivaban sus ilusiones. Gracias a ella aprendieron a apreciar como su movimiento centelleante les desvelaba los secretos para despertar a la felicidad y, además, sintieron palpitar su propia energía vital, la cual respondía a esa búsqueda interior, que les guiaba en el camino de la revelación de su propio potencial interno.

Pero un día se percataron de que en el cielo nocturno había otra estrella justo delante de sus narices, que brillaba mucho más que la que habían encontrado antes y, sin embargo, a pesar de estar tan cerca, nunca la habían visto tan clara como hasta entonces.

Fue en ese momento, cuando se dieron cuenta de que la intensa fuerza lumínica de ese punto de luz, que destacaba por encima de todos los demás, era, en realidad, su propia luz interior de la que ahora tomaban conciencia, tras haberse detenido en ese cálido baño de esa luz plenamente suya y de la cual ahora ellos se nutrían para compartirla e irradiarla hacia otros corazones.

Cuento extraído de mi blog Zona Iluminada

Autora texto e imágenes: María Jesús Verdú Sacases. Texto e imágenes inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual.

El hada y su musa


Del corazón de una estrella nació una musa que se posó en los pensamientos de un aprendiz de hada. El aprendiz de hada había deseado por encima de todo llegar a ser una verdadera hada. Sin embargo, empezaba a dudar... Su magia todavía no producía efectos ya que le faltaba alcanzar la paz de espíritu producto de la seguridad y de la confianza en uno mismo.

Así que la musa le susurraba que aprendiera a sentirse en unidad y a conciliarse consigo misma y, por supuesto, a no tener miedo a algo tan sencillo como ser ella misma. A veces es mejor escuchar al propio silencio interior que al ruido que hacen las habladurías de los demás.

-Si te escuchas a ti misma, encontrarás la fuerza para creer en ti –le dijo la musa.

Desde hacía algún tiempo los comentarios despectivos hacia el potencial del hada por parte de algunos brujos y hechiceros, le habían hecho desistir de sus objetivos, desalentándola de sus intenciones…


Pero la revelación de su musa le hizo reaccionar, así que voló hacia arriba, con tanta energía que llegó al sol y desde la calidez de sus rayos, la musa le susurró al oído:

-Estás preparada para afrontar tu propósito y llevarlo a cabo con coraje-.

En ese momento, el sol le mostró su amor incondicional y la llevó hasta la estrella de la cual nació la musa:

-Yo nací aquí-le confesó-. Y tú también, aunque no lo sepas-, le confesó la musa-. Así que entra en tu estrella y aprende a verte tal como eras en tus orígenes, antes de que las energías negativas de otros te bloquearan. Penetra en tu autenticidad y muestra al mundo tu potencial para ayudar a los demás.

El hada se adentró en su estrella. La percibió como si, en realidad, se adentrara en sí misma, y se reflejó en el espejo de luz de su estrella. Vio a un ser tan hermoso -era su ser interior-, que se preguntó cómo había podido ocultar durante tanto tiempo su belleza interna…
Así que el hada dejó de convertirse en un aprendiz para convertirse en una verdadera hada, que junto a su estrella y la inspiración de su musa, desarrollaron rituales mágicos que conmovieron al mundo y al universo…

Autora texto e imagen: María Jesús Verdú Sacases. Texto e imagen inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual.

Cuento del hada y la mariposa


Érase una vez una mariposa que no podía volar, por más que lo intentaba le resultaba imposible, sus alas se habían quedado bloqueadas al igual que sus ilusiones. Nada del hermoso valle donde vivía tenía sentido para ella: ni las flores, ni el riachuelo ni los frondosos árboles.

Se sentía tan frustrada que ni tan siquiera tenía fuerzas para volar sin rumbo, simplemente, había dejado de volar y empezó a llorar pues había dejado de sentirse libre. Pero un hada recogió sus lágrimas y le prestó sus alas para que la mariposa emprendiera un nuevo camino en su vida y siguiera volando y sintiendo la agradable sensación del roce del aire en el cielo de las montañas. La mariposa quedó tan agradecida que nunca dejó de creer en las hadas ni en sí misma.

Autora texto e imagen: María Jesús Verdú Sacases. Texto e imagen inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual.

 

El artesano y la pobre chiquilla


Érase una vez un artesano que trabajaba de sol a sol para poder mantener a su familia. Apenas dejaba su mesa de trabajo movido por el sincero interés que imprimía en su tarea y por el amor que sentía hacia los suyos, quienes vivían de su escaso salario. Tampoco disponía de mucho tiempo para dedicarse a sí mismo y para poder compartirlo con los suyos y ni mucho menos podía permitirse el lujo de poder sentir la brisa de la mañana deslizándose en su rostro, pues siempre estaba encerrado en su taller artesanal.
Sin embargo, en lugar de lamentarse por su situación, él bendecía cada minuto que podía emocionarse con cada una de las bellas piezas que esculpía y que después vendía para poder mantener a los suyos. Adoraba a sus hijos y a su encantadora esposa, que siempre le servía un plato caliente en cada comida y le dedicaba la mejor de sus sonrisas. Nunca le reprochaba nada y sus hijos tampoco. Y aunque eran pocas las horas que podía brindarles, él se sentía agradecido por cada instante que la vida le regalaba junto a ellos pues el calor familiar le aportaba una confianza y seguridad únicas.
-En verdad, mi mejor obra es la familia que he creado – se repetía cada día el artesano.

Durante su agotadora jornada, miraba por la diminuta ventana cuando salía el sol al amanecer y cuando se ponía.
-¿Cómo será sentir sus rayos al aire libre, en libertad? - se preguntaba y seguía trabajando y trabajando...
Un día una chiquilla pobre de aspecto desaliñado llamó a la puerta de la humilde casita donde vivía la familia y el artesano le abrió la puerta:
-¿Podría darme unas monedas? – preguntó al artesano.-No - le respondió –.Apenas tenemos para subsistir, pero quédate a comer.
-Por supuesto – asintió complacida su esposa. Así que la chiquilla entró… y cual fue la sorpresa de la familia cuando descubrió su hermoso rostro, bañado de luz. ¡Era el rostro de un hada!
-Soy esa luz que miras de sol a sol, la luz de tus sueños y de tu fuerza de voluntad, la luz de la ilusión que imprimes en cada momento. Esa luz de humildad y de agradecimiento que ves al salir y al ponerse el sol y que hace que en lugar de quejarte, aprendas a reconocer lo sublime de cada momento: algo que escapa a los demás...
-Soñé contigo la otra noche…-musitó el artesano.
-Sí –le dijo el hada-, era mi aviso y he venido a buscarte a tu familia y a ti para llevaros al Bosque Encantado, aquél en el que el sustento que necesitan los tuyos aparece de forma natural cada día, como la brisa de la mañana y la luz del sol, que tanto deseas sentir… Esa brisa y esa luz de tus sueños, aquellos que tú tan sabiamente y pacientemente sabes crear y compartir con humildad y bondad: esta es mi magia para ti.
Autora texto e imagen: María Jesús Verdú Sacases. Texto e imagen inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual.

El Hada del Bosque y el conejito


Érase una vez un conejito que se encontraba muy afligido. El Hada del Bosque se le apareció y le preguntó porqué lloraba y él respondió:

-Mira en lo que se ha convertido mi bosque, en cenizas. Un incendio lo ha arrasado todo. ¿Dónde empezaré ahora de nuevo?



En ese momento empezó a llover y un hermoso arco iris desplegó sus colores en el cielo.


-Conejito, llega hasta el arco iris y encontrarás tu nuevo hogar. Una hermosa madriguera está ahí esperándote.

Así que el conejito corrió y corrió pero nunca llegaba hasta el arco iris. No paraba de llover y los colores del arco iris siempre resplandecían y embellecían el cielo, pero el conejo nunca llegaba, viéndose obligado a dormir durante las noches a la intemperie. Por la mañana, el arco iris volvía de nuevo, pero no servía de nada porque el conejito nunca conseguía tocar sus colores. Así que se desanimó y lloró de nuevo pero el Hada del Bosque le pidió que secara sus lágrimas y que no cejara en su empeño. 

En su camino conoció a una mariposa y a partir de entonces siguieron juntos su camino. El camino se le hacía más llevadero junto a su nueva amiga. Pero llegó un momento en que ambos se sintieron realmente agotados y fue entonces cuando descubrieron que los colores del arco iris se reflejaban en sus cuerpos: ¡por fin hemos tocado el arco iris! La felicidad sustituyó al cansancio y tras atravesar la cortina de colores, se abrió ante ellos un telón mágico que les mostró el Bosque Encantado.

El Hada del Bosque les susurró que ella protegía con su magia a este bosque cuyos animalitos vivían rodeados de seres de luz que siempre velaban por ellos, para que nada indeseable penetrara en él y que desde ese preciso instante el Bosque Encantado tenía dos nuevos habitantes: el conejito y la mariposa.

Autora texto e imagen María Jesús Verdú Sacases. Texto e imagen inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual.

Cuento del Hada de la Paz

Érase una vez un aprendiz de hada, un hada humana, que, tras su iniciación en un templo esotérico de luz, recibió el nombre del Hada de la Paz. Al despedirse de aquellos seres que la habían iniciado en la clarividencia y la autoexploración interior, recibió la mejor de las bendiciones: a partir de ese momento ella llevaría de la mano a dos hadas más y a una tercera hadita, que necesitaba más que las demás, la luz que ahora irradiaba del alma de nuestra aprendiz, pues la luz de esta hadita era débil y necesitaba llenarse de ilusión.

Así que ella tomó de la mano a la hadita carente de luz, mientras las otras dos partieron volando tras el Hada de la Paz, quien poseía el don de apaciguar la mente humana y alimentar a los demás con su luz feérica.

Tras ese instante ellas siempre estarían unidas por un vínculo de luz, de modo que la hadita inicialmente sin luz, siente ahora para siempre en su corazón la fuerza lumínica que ahora le ha otorgado el hada humana.

Las tres hadas vuelan para siempre alrededor de su hada humana en un círculo eterno que les brinda protección, magia y orientación en el noble arte de guiar a las personas hacia la conciliación de los pensamientos de la mente con los del corazón.

El Hada de la Paz te dice que uno de los secretos de la felicidad es algo tan simple como conciliarse con uno mismo y con los demás.


Autora texto e imagen: María Jesús Verdú Sacases. Texto e imagen inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual.

Cuento con sabor a libertad

Érase una vez un pajarillo que se cayó del nido y se perdió en un bosque encantado, allí, desorientado, pidió ayuda pero nadie le escuchó. Las nubes pasaban de largo ante el grito de dolor de sus pensamientos y su piar desesperado. Las ninfas desoían sus lamentos, entretenidas con el sonido del borboteo del agua y jugando con las hojas secas de la orilla, que el viento mecía a su antojo.

Así que el pájaro acabó encerrado en la jaula de sus miedos por el resto de sus días y nunca más vio la luz. Ahora sólo le faltaba esperar el final...

Un día un hada le rodeó con su magia y el pájaro le dijo:

Hace tiempo que deseaba
sentir tu dulce presencia a mi lado,
tu mirada compasiva
y tu rostro sereno.





Hay algo sublime en ti
pues me has conmovido
con esa esperanza
que enternece y da aliento
a mi corazón.

En tu seno albergas la paz,
un remanso de calma y de espiritualidad
que me abre al silencio
y me conduce al portal de la libertad.

El hada quedó tan complacida con estas palabras que le otorgó la ansiada libertad y las alas del pájaro cobraron vida cuando abrió su mente y se dejó llevar...

Autora texto e imagen: María Jesús Verdú Sacases. Texto e imagen inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual.

Los Ojos del Positivismo



He visitado el reino blanco e inmaculado de la pureza. Este reino está presidido por la pureza del corazón y del alma la cual apaga de forma natural la Mirada de la Negatividad. Simplemente, ésta se consume y no da lugar a nada. Allá donde dirijas la mirada todo está en su forma originaria, primigenia, auténtica y plena. Y tus ojos se convierten en los Ojos del Positivismo. Su luz es tan fuerte que si se alía con la fuerza de voluntad nada puede interponerse.

Bienvenid@ a mi blogEste reino se alimenta del amor y de la ilusión de sus habitantes, los cuales albergan tan bellos y profundos valores que alejan para siempre el mal porque simplemente no tiene ni de donde nacer ni de donde nutrirse.

Todo proviene de la energía del interior, de esa dulce y sublime sensación que nos envuelve en lo mágico, en lo inesperado y en lo divino que hay en nosotros.



Las hadas te aconsejan que no permitas que te aceche la Mirada de la Negatividad. Combátela con los Ojos del Positivismo y aférrate a su poder transformador de tus circunstancias. Para ello, empieza por creer en ti y por tenerte la mejor de las consideraciones hacia ti mismo pues tú eres lo más valioso, no te engañes, empieza por ti y pronto descubrirás los efectos a tu alrededor. Tú eres la magia, si te lo propones...

Autora texto e imagen: María Jesús Verdú Sacases. Texto e imagen inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual.



El hada del desapego


Bienvenid@s a mi blog de canalizaciones
Siento el espacio
entre cada pensamiento
y me abro a la belleza
del momento presente
y a su caricia de luz.

Me envuelve en su velo de paz
y me acurruco
en el sentido que otorga
la serenidad
en el transcurso de los días.







La armonía me susurra este cuento:

Érase una vez una princesa
que se despojó de sus hermosos vestidos
para experimentar el sabor de la libertad.
Así que con sus pensamientos
transformó sus ropajes en alas irisadas
que la llevaron al país de las hadas
donde la esperaban para que las presidiera
el resto de sus días
pues ella poseía un preciado don:

el del desprendimiento o desapego.


A pesar de haber vivido de modo ostentoso,
había apostado por su libertad.
Además, ella era conocedora de las necesidades humanas
pues antes de haberse convertido en hada,
había sido una persona
que supo renunciar a todo
en pos de su propósito.
Autora texto e imagen: María Jesús Verdú Sacases. Texto e imagen inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual.

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