domingo, 22 de septiembre de 2013

El corazón generoso de los niños




Un niño descorre el velo del sueño y se despereza para entregarse al regalo del día de hoy.  

El ahora se muestra inocente y puro como su carita infantil que juega a sentir la vida correteando con cada instante como si fuera el mejor de los amigos. Ese niño besa cada ahora como si fuera un juguete que lo escucha y a quien presta toda su atención. De este modo, el niño se permite ser su juguete y comprenderlo sin encasillarlo pues la naturaleza del niño es pura.

El niño se entrega despreocupado y feliz a sus juegos y sonríe a la vida y cuando llora, lo hace sin rencor por lo que la sonrisa pronto se vuelve a dibujar en su expresión menuda.

Ser lo que nos rodea es permitir que todo sea, desvistiéndonos de todo lo adquirido. Dejándonos de agarrar, permitimos que todo surja y, así, podemos captar la naturaleza del instante, la del instante en sí mismo percibido por la grandeza del ser, que renunciando al yo, casi sin darse cuenta, se disuelve y renace en cada momento para resurgir fortalecido, como la leyenda del ave fénix, y expresarse a sí mismo tal como es, tal como es la natureza pura, creativa y prístina de los niños.


La actitud de los niños bien pudiera compararse como la de la cordillera de  las montañas que se erige como vigía del lugar, como testimonio imparcial que ha aprendido a amar y a ser a cambio de nada.

Un niño camina y corre libre tras los pájaros, las mariposas. Luego se agacha y coge las florecitas y se las entrega a sus compañeros de juegos. El corazón de un niño es generoso, dadivoso por naturaleza, por eso, el niño acaba recibiendo tanto. Los niños sobre todo cuando son muy pequeños, nos dan todo lo que ven, simplemente, lo toman y nos lo entregan. Por tanto, reciben el abrazo de la vida, los mimos de cada instante, la caricia del entorno.

 Imagen registrada en Safe Creative*


El interior del niño rebosa belleza. Cuando la carita de un niño se refleja en un estanque, si la contemplas, puedes observar que el niño se asemeja a un angelito. Los niños pueden recordar de donde provienen, ellos se recrean en su naturaleza angelical, disfrutar sin importarles qué vendrá a continuación.

Resulta como si el niño fuera libre de toda expectativa ni estuviera atado a lo que un adulto pretendería en qué se convirtiera cada instante para forzarlo a ser a la medida de sus pretensiones. Sin embargo, el niño simplemente se suelta y suelta cada instante, como si se tratara de un globo de colores que está a su lado. Simplemente, el niño va con él, juega con él, lo levanta en el aire, lo vuelve a coger para volverlo a liberar y se recrea viendo como el globo se eleva sin esperar que el globo baje de nuevo y sin preocuparse, pues sabe que si el globo se escapa hacia arriba quizás se va para seguir jugando con los ángeles.

El niño está, sigue, es, toma, deja y se expande como si fuera un pequeño dios y, como tal, viene a enseñarnos con su ejemplo.
Safe Creative #1309225799980

Autora texto e ilustración: María Jesús Verdú Sacases
Texto inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual
Técnica ilustració: Acuarela