miércoles, 18 de mayo de 2011

Mirar lo ajeno


A veces miramos al otro como dando por supuesto que él está mejor que nosotros y no necesariamente debe ser así. Lo triste de esto es que mientras estamos pendientes suponiendo o imaginando sus condiciones personales o emocionales, estamos descuidando nuestro propio estado emocional, sobre todo, porque quizás prestamos más atención a lo negativo que se halla en nosotros (lo cual nos empuja a valorar o cuestionarnos las condiciones o situaciones ajenas en lugar de reconocernos a nosotros y vivir nuestro presente o tratar de ver al otro como un espejo de nuestro mundo interior) que a lo bueno que se manifiesta o se halla escondido en nosotros. Una excelente opción sería tratar de escudriñar donde se halla nuestra belleza interna, aquella que nos confiere la luz de la verdadera naturaleza humana, en forma de autoestima, honestidad, sinceridad, etc. en lugar de ignorarla y dejar que emociones negativas nos dominen sin ser conscientes de ello y aceptar lo negativo para tratar de pulirlo. Si alguien está mejor que nosotros, debemos alegrarnos por él y, si está peor, aceptar su proceso de evolución y desearle lo mejor.

La mejor opción es pensar que en lugar de mejor o peor, en realidad, se trata de diferentes grados de evolución y que el camino de cada uno es personal y variable, por tanto, lo que hoy es de un modo, mañana puede cambiar pues todo es transitorio y estamos de paso, por eso, si hemos desarrollado el desapego y la aceptación de las circunstancias, más entregados estaremos a la misión de nuestra alma y, por tanto, más profundizaremos en el mejor aprendizaje: el de nosotros mismos, aquél que nos habla desde el silencio, la intuición y certeza que nos otorga la sabiduría interior. En esta sabiduría reside la auténtica magia de la vida porque nos conecta con el ser, aquello que somos en esencia y que estamos destinados a conocer y experimentar.


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martes, 10 de mayo de 2011

La confusión


La confusión es un sentimiento que imposibilita decidir cuestiones importantes a la persona que le invade, por lo que prefiere postergar la toma de decisiones debido a esta confusión que puede ir acompañada de miedo, temor o inseguridad. Además, el sujeto confundido se siente vulnerable y carece de la determinación necesaria para afrontar las consecuencias de cualquier decisión. Así pues, sigue navegando sin rumbo fijo, dejándose arrastrar por las circunstancias. Si toma una decisión, la persona no se siente segura y le es fácil dudar y echarse atrás.

La mejor manera de luchar con la confusión es calmar la mente y buscar el silencio interior con técnicas como el yoga, la meditación o similares que nos ayuden a encontrar la confianza y la paz en nosotros mismos y en la vida. Escucharnos a nosotros mismos y encontrar el tiempo para detenernos también nos ayudará.

Cuando la mente está en calma es el alma quien nos habla y no la mente egótica por lo que el camino a seguir se descifrará y la claridad mental sobrevendrá. Sin embargo, es necesario darse tiempo para abrirse al proceso de reencuentro con uno mismo y de darse permiso para ser conscientes que somos seres de luz y que la luz interior se abrirá paso, si escuchamos los designios del corazón, aprendemos a dejarnos llevar por la intuición y a descubrir quienes somos, precisamente, para dedicarnos a ser y a desarrollar la misión del alma.

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