martes, 29 de noviembre de 2011

El coraje de ser




Ser uno mismo requiere valentía, determinación y confianza en las propias posibilidades. También implica tomarse con uno mismo el tiempo y la paciencia necesarios para llevar a cabo una introspección que nos empuje al autoconocimiento y a la plena consciencia de nuestras debilidades y fortalezas.

No dejarse influenciar por aquellos que pretenden controlarnos para su propia conveniencia e intereses es otro punto importante para no dejar que nadie nos manipule o confunda.

La soledad puede convertirse en una valiosa herramienta que nos permite conocernos mejor para después poder compartir con los demás todo aquello que hemos experimentado y perfeccionado y que les enriquecerá a ellos.

Llevar a cabo nuestro propósito en la vida requiere estar seguros y tener la convicción de que es el alma quien nos habla y que nos guía por el camino adecuado, sabiendo reconocer y no dar importancia a las pretensiones del ego ni dejarnos bloquear por él. Puede ayudarnos ver al ego y a los miedos que pretende infundirnos como si fuera un enanito malhumorado que viene a gastarnos una broma y no lo consigue.

En el coraje de ser reside lo mejor de nosotros, en expresar desde el corazón aquello que nos define con la autenticidad del ser, ese ser libre de ser y de actuar y cuya sabiduría es nuestro timón en el barco de la vida.

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jueves, 6 de octubre de 2011

El respeto

  • El respeto a uno mismo hace que actuemos desde la autoestima, la dignidad y la confianza en lospropios recursos internos.
  • Cuando aprendemos a respetarnos, entonces respetamos a los demás. Cuando nos respetamos a nosotros mismos, aprendemos a marcar límites y a volvernos asertivos.
  • En una actitud de respeto a uno mismo, somos independientes y autónomos pero pedimos ayuda, si es necesario.
  • El respeto es la base del amor por uno mismo.
  • Cuando nos respetamos, nos valoramos, valoramos lo bueno en los demás y los pequeños detalles de la vida que tanto nos dan y que antes nos pasaban desapercibidos.
  • El respeto es una de las bases de la felicidad, la seguridad y la convivencia en armonía.

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miércoles, 31 de agosto de 2011

El entusiasmo



  • El entusiasmo es esa energía que impulsa nuestros proyectos pero que debe ir acompañada de dosis de realismo, perseverancia y autoestima. De esta manera, la semilla del entusiasmo y de la ilusión cristalizará en el hecho que hemos creado en la mente o, incluso, en algo mejor.
  • El entusiasmo es esa chispa que nos conecta con las ganas de vivir y de sentir la emoción del momento y de todo aquello de lo que somos capaces ahora.
  • El entusiasmo es producto de la sonrisa del corazón y del alma.
  • Entusiasmarmos, ilusionarnos y llevar a cabo lo que nos proponemos es aquello para lo que el alma está programada y que la vida va mostrándonos paso a paso en un ciclo sin fin de evolución continua. Por eso, no perder de vista la alegría y la pasión que podemos imprimir en nuestros actos es algo que nos conecta con el ser, que nos concilia con nosotros mismos y que nos hace sentir vitales e integrados con el instante.
  • El entusiasmo saca la luz que hay en nosotros y es un buen antídoto contra el miedo.
  • El entusiasmo combinado con la curiosidad nos empujará a ir más allá incluso de lo previsto.
  • El entusiasmo nace del coraje de nuestro guerrero interior.
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domingo, 31 de julio de 2011

Mirar lo ajeno (2)


Mirar lo ajeno nos aleja de nuestro centro, para cedérselo a los demás en lugar de reconocer en nosotros mismos los tesoros interiores que nos negamos a valorar para, en cambio, sí hacerlo en los demás.



  • Mirar lo ajeno es una forma de olvidarnos a nosotros mismos.
  • Mirar lo ajeno nos conecta con lo exterior y nos hace sentir mal en el interior.
  • Mirar lo ajeno es prueba de que no sabemos valorarnos lo suficiente y de que no sabemos agradecer y agradecer lo que somos y como somos pues no nos aceptamos.
  • Mirar lo ajeno nos aleja del momento presente que envuelve nuestra alma.
  • Mirar lo ajeno nos conecta con la envidia, con los celos, con la falta de amor por nosotros mismos en lugar de alegrarnos por lo bueno que hay en nosotros y en los demás.
  • Mirar lo ajeno es la mejor prueba de que debemos empezar a fortalecer nuestra autoestima y seguridad.
  • Mirar lo ajeno nos hace depender de la aprobación de los demás y compararnos con ellos.
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domingo, 12 de junio de 2011

La asertividad




La asertividad se basa en la delimitación de límites respetándose a uno mismo y a los demás y en un conocimiento consciente de las necesidades del entorno y de las expectativas de todos sus implicados pero sin dejar que las expectativas de otros obstaculicen las nuestras, valorando los intereses comunes en la consecución de acuerdos que beneficien a todos.

Una persona asertiva es una persona sensible a sus necesidades y a las necesidades ajenas y sabe mantener el equilibrio entre la propia dignidad y la de los demás.

La asertividad implica empatía y dotes de habilidades sociales además de una sana autoestima y el haber encontrado el equilibrio entre el proísmo y el egoismo.

La asertividad está íntimamente relacionada con la inteligencia emocional y con dotes comunicativas y dialogantes en las que la persona no se siente mal por expresar y delimitar los propios límites y defenderlos de forma correcta en base a sus criterios y valores.

Una persona empática confía en sí misma y sabe mantener la armonía consigo misma y con los demás.

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miércoles, 18 de mayo de 2011

Mirar lo ajeno


A veces miramos al otro como dando por supuesto que él está mejor que nosotros y no necesariamente debe ser así. Lo triste de esto es que mientras estamos pendientes suponiendo o imaginando sus condiciones personales o emocionales, estamos descuidando nuestro propio estado emocional, sobre todo, porque quizás prestamos más atención a lo negativo que se halla en nosotros (lo cual nos empuja a valorar o cuestionarnos las condiciones o situaciones ajenas en lugar de reconocernos a nosotros y vivir nuestro presente o tratar de ver al otro como un espejo de nuestro mundo interior) que a lo bueno que se manifiesta o se halla escondido en nosotros. Una excelente opción sería tratar de escudriñar donde se halla nuestra belleza interna, aquella que nos confiere la luz de la verdadera naturaleza humana, en forma de autoestima, honestidad, sinceridad, etc. en lugar de ignorarla y dejar que emociones negativas nos dominen sin ser conscientes de ello y aceptar lo negativo para tratar de pulirlo. Si alguien está mejor que nosotros, debemos alegrarnos por él y, si está peor, aceptar su proceso de evolución y desearle lo mejor.

La mejor opción es pensar que en lugar de mejor o peor, en realidad, se trata de diferentes grados de evolución y que el camino de cada uno es personal y variable, por tanto, lo que hoy es de un modo, mañana puede cambiar pues todo es transitorio y estamos de paso, por eso, si hemos desarrollado el desapego y la aceptación de las circunstancias, más entregados estaremos a la misión de nuestra alma y, por tanto, más profundizaremos en el mejor aprendizaje: el de nosotros mismos, aquél que nos habla desde el silencio, la intuición y certeza que nos otorga la sabiduría interior. En esta sabiduría reside la auténtica magia de la vida porque nos conecta con el ser, aquello que somos en esencia y que estamos destinados a conocer y experimentar.


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martes, 10 de mayo de 2011

La confusión


La confusión es un sentimiento que imposibilita decidir cuestiones importantes a la persona que le invade, por lo que prefiere postergar la toma de decisiones debido a esta confusión que puede ir acompañada de miedo, temor o inseguridad. Además, el sujeto confundido se siente vulnerable y carece de la determinación necesaria para afrontar las consecuencias de cualquier decisión. Así pues, sigue navegando sin rumbo fijo, dejándose arrastrar por las circunstancias. Si toma una decisión, la persona no se siente segura y le es fácil dudar y echarse atrás.

La mejor manera de luchar con la confusión es calmar la mente y buscar el silencio interior con técnicas como el yoga, la meditación o similares que nos ayuden a encontrar la confianza y la paz en nosotros mismos y en la vida. Escucharnos a nosotros mismos y encontrar el tiempo para detenernos también nos ayudará.

Cuando la mente está en calma es el alma quien nos habla y no la mente egótica por lo que el camino a seguir se descifrará y la claridad mental sobrevendrá. Sin embargo, es necesario darse tiempo para abrirse al proceso de reencuentro con uno mismo y de darse permiso para ser conscientes que somos seres de luz y que la luz interior se abrirá paso, si escuchamos los designios del corazón, aprendemos a dejarnos llevar por la intuición y a descubrir quienes somos, precisamente, para dedicarnos a ser y a desarrollar la misión del alma.

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sábado, 16 de abril de 2011

La tristeza (2)



La tristeza es este sentimiento que nos causa abatimiento y que nos impide tener la claridad necesaria para vislumbrar una solución a aquello que nos angustia, precisamente, porque nos dejamos vencer por la pesadumbre y nos sentimos hundidos y frustrados al no haberse satisfecho nuestras expectativas. Las expectativas nos hacen esclavos del futuro y lo condicionan a los rígidos esquemas de nuestra mente pues si estos esquemas dejaran de ser tan rígidos y se volvieran más flexibles para aceptar la realidad tal como es, la tristeza no se apoderaría de nosotros hasta el punto de abatirnos.

Una forma de vencer la tristeza es entregarse a ella, llorarla, para sacarla afuera y darnos cuenta de que las cosas no son siempre como querríamos que fueran pues nos hallamos en un mundo dual donde las circunstancias se mecen en los diversos grados de la balanza. Esos diversos grados nos dejan una enseñanza gracias a la cual nos volvemos más sabios, más tolerantes y más fuertes. La tristeza, bien gestionada, nos conduce posteriormente a la aceptación y a la paz que nos deja.

Cualquier sentimiento se vence aceptándolo y abriéndole los ojos, en lugar de darle la espalda, aunque nos cause dolor al principio pues el dolor forma parte de la vida y acaba convirtiéndose en nuestro maestro, ese maestro que nos conducirá por la senda de la existencia y que, a veces, nos abrirá a posibilidades inesperadas.

Así pues, la tristeza:

  • nos hunde en la negatividad
  • nos abate y cierra nuestro margen de acción
  • proviene de la no aceptación de las circunstancias
  • nos aleja de nuestro centro de poder y confianza en nosotros mismos
  • nos demuestra que no sabemos transitar en la incertidumbre
  • puede llegar a ser el preludio de algo mayor
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lunes, 28 de marzo de 2011

Confiar ciegamente

Confiar en los demás no debería ser confiar ciegamente y nunca debe implicar que creamos tanto en alguien que cometamos el error de idealizarlo a toda costa pues todos actuamos en función de nuestro momento actual de evolución y, por tanto, cometemos errores y aciertos. La idealización, por tanto, no contempla que alguien pueda equivocarse y nunca responde a una realidad objetiva.

De igual manera, si alguien comete un error y lo censuramos duramente y para siempre por ello o lo apartamos de nuestra vida, no contemplamos la posibilidad de que pueda rectificar, enmendarse o simplemente reconocer su error. Por tanto, centrarse en la idealización o en su opuesto, el menosprecio o la indiferencia es una muestra de que nos movemos en los extremos de la balanza.

  • Confiar en las personas nunca debe cerrarnos los ojos a la posibilidad de error en su actuación y, de igual forma, confiar en nosotros mismos incluye que nos aceptemos con nuestros defectos y virtudes y que nos perdonemos por nuestros errores y valoremos y potenciemos nuestras cualidades. Además, perdonarnos a nosotros mismos facilitará que perdonemos a los demás.
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sábado, 12 de marzo de 2011

Las alas del momento presente


Tratar de asirnos a un momento presente que nos gusta para apropiarnos de él y pretender que se eternice es no reconocer la esencia temporal y transitoria del momento el cual se va transformando para obedecer a su naturaleza variable. La principal enseñanza que nos transmite la esencia temporal del instante cuya manifestación de cambio es inevitable es que cuando ese cambio no nos agrada, debemos abrirnos a su aceptación o a la posibilidad de hacer lo posible por generar otro cambio o, incluso, que ocurra lo inesperado, a veces, simplemente confiando y dejando de preocuparse.

El momento presente puede ser valorado y disfrutado, mientras dure, abiertos a sus alas las cuales pueden desplegarse para ser reconocido, aceptado o cambiado. Una mente consciente sabe que el momento se desvanecerá para dar lugar a otro y que en ese inevitable devenir podemos encontrar el jugo y el néctar de la vida en lugar de encerrarnos o limitarnos en nuestros juicios o miedos que envenenan el instante y le roban su frescura, sobre todo, cuando tratamos de defender nuestro territorio como consecuencia de una falta de flexibilidad o tolerancia.

La libertad del momento presente nos invita a entregarnos a él y a adaptarnos a su esencia mutable conciliándonos a través de ella con nuestra naturaleza más humana y genuina: aquella en la que se fluye con la vida y se camina de la mano con ella, respirando con la conciencia, respetando su ritmo y unificándonos con ella, dejando atrás la resistencia, la queja, la crítica o la culpa. El momento presente es libre en sí mismo, por tanto, nunca podremos alargarlo, agarrarlo o adquirirlo. Podremos dejarlo atrás, soltarlo, abrirle los ojos, paladearlo o fundirnos con él. Pero pretender asirnos a él, sin que nada cambie nos hace sucumbir ante el ego que todo pretende controlarlo y que nos esclaviza y tiraniza limitándonos en el tiempo, a las prisas, a las exigencias y a los temores que nos vuelven inconscientes, sin control sobre nuestras emociones. El tiempo no pasa tan rápido como el ego quiere hacernos creer, pues si lo asumimos de forma consciente, percibimos que todo tiene su duración, su ciclo, su proceso en cada instante que, vivido y reconocido desde su raíz, desde el ahora, nos conecta con el convencimiento y la seguridad interior en que sabemos que estamos haciendo lo correcto, cumpliendo con nuestra misión en la que la magia de la vida se manifiesta en sintonía con el todo: especialmente, cuando nos detenemos para escuchar y recrearnos en nuestro silencio interior, agradeciéndolo como un regalo y un amigo a quien prestar atención. El momento presente se manifiesta, se desarrolla y se va en un vaivén de circunstancias. Aceptarlo y permitirlo así es el arte de la vida. De esta forma, el momento eclosiona, se manifiesta, se expande y cesa para dar lugar al siguiente en un continuo flujo vital en el que se asienta la sabiduría de la existencia.

Safe Creative #1103128688538

Me ha inspirado este artículo el libro El poder del ahora de Eckhart Tolle, ese genial maestro que nos ha regalado una de las mejores obras del mundo espiritual.

sábado, 12 de febrero de 2011

La tristeza

La tristeza es un estado vital en el cual a la persona le cuesta tomar decisiones acertadas, llevar a cabo actividades energéticas o tomar la iniciativa pues su estado mental impide seguir adelante con las propias decisiones, sobre todo si, además, se siente frustración, resentimiento, falta de fe en uno mismo, melancolía o falta de aceptación del presente.

Cuando la melancolía aflora, un antídoto es hacer un esfuerzo por valorar y agradecer lo bueno que la vida nos ofrece, que nos ha ofrecido y que nos ofrecerá, sintiéndolo como algo nuestro en el ahora.

Cuando la frustración aparece, podemos imaginar o reconocer las buenas cualidades que existen en algunas personas y extenderlas al resto, como si fueran una capa de energía pegajosa que se adhiere al alma de aquellos a quienes llega. También podemos sentir como este capa de energía de cualidades positivas emocionales, nos envuelve y se asienta en nuestro corazón. De igual modo, también podemos enviar la energía de nuestras propias cualidades y habilidades a los demás como si fuera una alfombra de luz que bendice a quienes ponen sus pies sobre ella.

De esta forma, contribuimos a potenciar aquello que calificamos como bueno o positivo.


Cuando el resentimiento nos nubla los sentidos, nos concentraremos en el concepto de la compasión, en la cual nos colocamos en el lugar del otro, de aquél que nos causa sufrimiento, lo comprendemos aunque no lo compartamos, lo respetamos y no lo menospreciamos y proyectamos amor, perdón y liberación, visualizando como cada uno sigue su camino en paz, sin cargas inútiles.

Cuando la tristeza va acompañada de falta de fe en uno mismo, visualizaremos a nuestro niño interior, ese niño amoroso, alegre por nacimiento que corría libre, jugaba y se sentía maravillado ante cosas que pasan desapercibidas en la edad adulta. Finalmente, le pediremos a ese amor que impregnaba el alma del niño que se adhiera al adulto que somos ahora, el cual beberá de esa cascada energética y vaporosa, infinita y poderosa que siempre está a nuestra disposición.

Cuando la tristeza va acompañada de falta de aceptación del presente, le pediremos al presente que se presente como una caricia ante nosotros la cual sentiremos a flor de piel gracias a los sentidos. Cuando toquemos, rocemos intentaremos sentirlo tan intensamente como podamos y cuando los rayos del sol o la frescura de las gotas del rocío se crucen en nuestro camino, les agradeceremos que estén allí para recordarnos que la vida pasa y que todo es transitorio, incluso la tristeza o las cosas que no nos gustan, las cuales podemos disolver, valorando otras cosas buenas por simples que parezcan y tratando de comprender que lo que no nos gusta está ahí por alguna razón que no entendemos, pero que nos dejará una valiosa lección y probablemente abrirá la puerta a nuevos caminos o nuevas formas de pensar que se materializarán en nuevas experiencias. A veces, la magia de la vida se abre a partir de la inquietud, del sufrimiento, de lo imprevisible, de lo desconocido o de lo emocionante.

El poder de los cinco sentidos y el ser plenamente conscientes de que están teniendo lugar ahora mismo, nos ancla poderosamente en el presente, trayéndolo de este modo a nuestra realidad y llegando a dejar en segundo lugar a aquello que no nos gusta. Si además, aprendemos a mirar a lo que nos disgusta, pero a la vez reconocer que ante lo que nos desagrada podemos también sentir serenidad o alegría, descubriremos que no siempre es posible sentir una sola emoción en este mundo dual y que la mezcla de dos o más emociones cobra fuerza en lo cotidiano. De hecho, la verdadera serenidad o paz es la que es capaz de cobrar fuerza a pesar de la tristeza, la decepción o el conflicto.

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viernes, 28 de enero de 2011

La felicidad (4)


La felicidad es aquel sentimiento de bienestar emocional que nos comunica con nuestro ser interior para descubrir lo mejor de nosotros mismos y de nuestro alrededor.

Una vida en armonía con nosotros mismos y con los demás, de acuerdo con nuestros valores y en el pleno desarrollo de nuestros talentos y habilidades, nos brinda la seguridad de que ocupamos nuestro lugar en la vida y de que estamos cosechando una existencia de prosperidad emocional.

El equilibrio de la mente, el positivismo y el control sobre los nuestros pensamientos para desechar los negativos y potenciar los positivos, incidirá en una calidad de vida que nos aportará un estado natural de alegría interior, que generará en el exterior experiencias de dicha y de gozo en las cuales los obstáculos se afrontarán como retos que nos mostrarán nuestra fortaleza interior y capacidad de adaptación y nos servirán para que nos conozcamos mejor a nosotros mismos.

Los factores que nos acercan a la felicidad son, entre otros:

  • La realización personal
  • La creatividad
  • La plenitud
  • La flexibilidad
  • La aceptación
  • El desapego
  • La paz interior
  • La confianza en nosotros mismos y en la vida
  • Centrarse en cada instante
  • La autoestima
  • Valorar los pequeños detalles y apreciar lo bueno en los demás
  • Abrirse a lo inesperado

Además, conseguir un estado de felicidad emocional depende en gran parte de nuestra capacidad de no resistencia al cambio, de escucharnos a nosotros mismos y a los demás, de dejar atrás los miedos y las dudas y de atreverse a experimentar la libertad de ser uno mismo en el respeto a los demás y por todo cuanto nos rodea.

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lunes, 10 de enero de 2011

Llorar de felicidad


Llorar de emoción o de felicidad es un llanto que normalmente tendemos a reprimir sobre todo si lo hacemos en público.

Curiosamente, es un tipo de llanto cuyas lágrimas nos conectan con el gozo, la felicidad o la dicha de un/os momento/s en base a la rememoración de una emoción generada antaño la cual traemos a la memoria y cuya vibración es tan fuerte y profunda, que nos provoca una situación emocional latente que aflora en forma de lloro que bien pudiera considerarse una sonrisa interior.

Llorar de felicidad es un acto que podríamos permitir que se manifestara en toda su extensión en lugar de tratar de pararlo, no obstante, en público es algo que solemos hacer en base a la discreción, vergüenza o decoro. Sin embargo, son lágrimas de alegría, de nostalgia que nos aportan la calidez de un momento o época tan sublimes que todavía nos hacen vibrar a flor de piel.

Entonces, ¿por qué reprimir este acto tan bello y significativo?

Si lloramos de emoción por algo que nos causa dolor, con las lágrimas liberamos el sufrimiento y si lo hacemos por la alegría que el llanto trae al ahora, entonces, mayor motivo para seguir abriéndonos a él.

Llorar de felicidad:

  • Nos acerca a nuestra dimensión más humana y nos hace sentir vivos.
  • Nos ancla en el ahora, aunque nos recuerde el pasado pues el llanto sucede aquí y ahora.
  • Nos enseña que vale la pena vivir.
  • Es una forma peculiar de sonreír.
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